Era tarde para hoy, y sin querer, la vi. Era pura y finamente suave. Yo observaba
las ondas del viento recién, y el aplauso de un rayo me dijo que era la joven
de la sonrisa permanente. Por el momento me pareció como un jardín florido y como
un árbol de hojas onduladas, ya que a través de su espalda salían francas alas
blancas, y por arriba y adelante amplias risas armoniosas bajo dos luceros
transparentes. Al pasar por acá, obviamente brilló. Choqué
con su yo y conecté con esos ojos. Ella se quedó en los míos que eran verdes.
Yo no pude no sentir un incendio natural en mi. Le mostré mi vida y le dije vamos allí. Ella asintió
sutilmente y nos desplazamos a la nieve por un camino verde claro sabor manjar.