La poesía es tan deliciosa como un chocolate fundido. Se invierten roles, personajes y significados. Los sentidos se mueven hacia los polos más incomprensibles e ilógicos. Pero por supuesto que también hacia los simples.
Es una mezcla de ideas, estructurada o bien libre. Es arte, una pieza de tango roída por la mente y buena parte del hemisferio derecho.
Es una forma de transmitir la profundidad en múltiples sentidos retóricos, imaginativos. Es un nudo artesanal que no se sabe quién lo desatará. Es, nada más. Es como aire que está desde antes y cada vez se transforma. Es como un gato que se mueve de forma cósmica. Seduce hasta a las personas más frías y salvajes. Es una buena forma de sonreír, con un toque de letras y sentidos atractivos.
Es infinita, porque hay un fin y un nuevo comienzo siempre. No termina, porque no ha muerto y porque mientras exista el cese de algo, habrá un inicio. Pereceremos y no existira ya nada para el creador, pero sí para el lector.
El sin tiempo y la vida es el aire del poeta.
La poesía, así como el corazón, es emocional. Y la emoción, sólo se enamora de la emoción. Pero también en la poesía es imprescindible el pensamiento, la pierna que nos sirve para caminar. Es el medio significante para conectarnos con el siguiente paso. De otra forma, no tendríamos la suerte de crear.
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