Iba caminando, con las manos un poco arqueadas, como sosteniendo pequeñas pelotas, pero en realidad no tenía absolutamente nada. Sentía un leve hormigueo en mis manos, y también las sentía calientes, un poco raras, pero eran mis manos. Con estas dos herramientas de creatividad hacía volar mi mente, construía movimientos de papel, creaba ciclos de impresión, en fin eran mis manos y yo las controlaba. Las usaba para impresionar y para acariciar, para defender o para obrar, tenía manos, tenía años en mí haciendo cosas con ellas, tenían experiencia, tenía, tuve y tengo estas cubiertas del azul de inspiración, mojadas con el agua de la pureza, y con la pureza del fluido. Un poco empapadas de paz, un poco llenas de ideas y cosas por hacer, un tanto más de calor proveniente de la energía divina y bastante más, de sangre y oxígeno corriendo a través de mis venas.
Con estos útiles implementos, creo sentimientos y formo sonrisas, con manos de piedra o con manos de tela, toco corazones y abro puertas con la música, así como hasta las más rústicas aves hablan y penetran en el cerebro. Estas que tengo acá, son las que uso para expresarme, estas de aquí son las que se esconden en bolsillos, esta y aquella son las mías, tú y tú también. Con la siniestra escribo y con la siniestra tomo la sopa, a diestras golpeo y dirijo el galopeo, pero con ambas hago galopas seguidas de negritas, con la siniestra resuelvo y con la diestra me rasco. Pero aún así cuando me rasco las dos manos me siguen picando, ¿Por qué me pican tanto? Estos mosquitos están un poco violentos parece, medios sádicos, pican y pican y destruyen, rompen árboles, los cortan por la mitad y los queman, yo me pregunto cuál es la razón. Ahora hay muchos mosquitos, hay mosquitos americanos, otros en los polos, unos al este otros al oeste, en fin todos son mosquitos. Unos vuelan y pican menos que otros, pican más rápido que otros, pican y pican ¡ay! De mí los mosquitos como pican, los picantes mosquitos. Vuelan y vuelan los mosquitos, aletean y aletean tras impedimentos, pero nadie escucha sus alas, debe ser por que ya rompieron hasta su alas, tan destructores que hasta se quiebran ellos mismos, toman y toman rumbos y rumbos, dejan y toman, pican y vuelan, pero ¡demonios que pican! Ahondan en el estiércol, como las hormigas en el alimento y como los hipopótamos en el lodo. Son pegotes y picantes, ordinarios, tan comunes que se salen de lo normal, se escapan del sentido común. Miren a su alrededor, fíjense, hay varios insectos, tantos que faltan dedos en la mano y en los pies para contarlos. Llegan a hacer tanto ruido que estresan al unísono con sus aleteos por doquier, se trasladan como hormigas pero parece que no son tan inteligentes ni fuertes como este animalito, son un poco inconscientes, a veces concientes, pero sólo a veces, cuando se dan cuenta que todo esta hecho y cuando el pan ya está cocinado. Simplemente mosquitos picantes y ordinarios que no pueden ni siquiera cocinar un huevo, porque todo lo arruinan, no piensan solo aletean y actúan, y como pican los picantes, como aletean los comunes insectos, como comen los comilones comensales a la espera del acto y el error. También hay unos mosquitos especiales, que son de otra raza, más bien de otro planeta porque no les gusta comer y no les agrada lo mas delicioso, pareciera que son entes de otra dimensión que no necesitan de comida y agua para vivir, al parecer son sólo microorganismos, no les agrada lo rico, y aletean al ver una rica comida, no le dan paso a la delicia y lloran y como pican y aletean. Podría describir varios tipos, varios insectos y hasta abejas, pero es cosa de escuchar el vuelo y el aleteo, que no son difíciles de captar, porque ¡cómo pican y aletean los mosquitos!
De esto me di cuenta hoy, cuando estaba sentado en mi sillón azul, de repente pasaron unos volando, los miré, tomé mi pluma y comencé a trazar líneas, hasta dibujarlos bien picantes y muy sonoros. Seguí sentado en mi sillón, escuchando a unos pajaritos que pasaron por fuera de mi hogar. Sonreí y me alegré, porque los sentí tan alegres, que me dieron esa bella sensación que cambia completamente rostros, mueve personas y atraviesa mares y distancias. Esa que hace hormiguear el corazón y que hace saltar a los más pesados, la que hace sonreír a niños huérfanos, desnutridos y pobres, esa que es la más pura y la más linda, la alegría.
Cuando pasaron las aves volando, a parte de alegrarme conseguí estar sereno y comencé a dibujar unos montes nevados y puntiagudos, unos picos naturales blancos como las nubes, un lago gigante coloreado de un turquesa muy bonito, y un verde esparcido por toda la hoja, tracé un conjunto de curvas y garabatos hasta que forme este precioso dibujo de mi tierra. Que más bonito que mi tierra, mi linda tierra en donde vivo, la única parte en donde nieva y hay un sol que te calienta la frente al mismo tiempo. Ojalá dibujara y escribiera tanto mosquitos como paisajes todos los días y todos los días lo leyeran todas las personas del mundo y lo entendieran, para que de una vez por todas los mosquitos no sean los que molestan, para que en un santiamén cambien los mosquitos, para que dejen de aletear violentamente como lo hacen día a día y vuelen como las aves. Esas aves que cantan de una manera única, esas bellas vidas que no tienen manos, pero tienen alas, y llegan más lejos que cualquier persona que use las dos manos. Así mismo un día todos volemos en la misma sintonía y en la misma vibración, así de lindo como lo hacen las aves, así de rápido y fluidamente como planean los gorriones, así de fugaces como las estrellas que se encuentran en el universo, así de universales como todos podemos ser y como todos podemos volar. Con una mano, o con la otra, con una pierna o sin ninguna, teniendo conciencia y teniendo amor, porque no hace falta ni una mano ni un dedo, para usar nuestras alas y volar junto a los gorriones, loicas, zorzales entre otros seres de la naturaleza, dignos de respirar y volar todos al mismo tiempo. No hay impedimento alguno, ni motivo, para flaquear y sonreír ante los problemas y vaivenes de la vida, no hay nadie que no pueda emprender vuelo sonriendo, no hay ave que no pueda volar mientras tenga sus bellas alas.
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