viernes, 14 de octubre de 2011

¿Con quién tengo el gusto?

Hoy y ayer llovió fuerte, mi rabia hizo sacudir el mar. (Dijo Poseidón).
Comía nuez y reposaba mi trasero en una especie de cama grande. Leía a un vago, pero sagaz cantor. Más específicamente el siguiente fragmento; "se tocará la puerta de la impresión y la atención ¿quién responderá al frontis, el que quiere contestar o el que no lo quiere así?"
Escuche unos tacos muy fuertes sonando hacia mi puerta. Mi tía llega a mi casa. Tocan la puerta, ¿quién es?
-Minerva, dice entonada.
Relacioné tacos rápidos, y sonido agresivo hacia el superior de la puerta. Dije es ella. Por supuesto, abrí la puerta.
Escucho: ¡¡¡Hijo!!! ¡No sabes lo que sucedió!
-Pensé la hiedra se secó. ¿Con esta lluvia?
Me decía que este no era el momento ni la situación adecuada para decirme la noticia (luego de mirarme con nerviosismo patológico). Le dije no escondas nada.
Ella pronuncia: tu tío murió.
-No, no. ¡NO! No puede ser verdad, mi tío es como un arrayán. Esto es mentira, dije yo. No puede ser. (Luego de una mirada fría, apática más bien)
Caí al suelo de rodillas, como un caballero de piel rosada, ante el rey comunicador.
Momentos más tarde, la nieve hecha piedras voló hacia mis oídos y frente. Antes de que me dé cuenta de que todo era verdad, la dama desencarnada me abraza, ahí en la nieve gris. Sí, en el piso de mi hogar.
Mis lágrimas se adueñaban de su cabello bello como Helena, mientras me frotaba la espalda muy fuerte. Entendí que el tiempo no volvería atrás jamás.
Ahora sería en parte un dibujo, un vago recuerdo, el té con mi tío, lo más simple.
Anda a dormir mientras te preparo una hierba, me decía ella.
Le respondí: No quiero más hierbas, ni hiedras.
Yo pensaba cómo iba a poder dormir, cómo comería, cómo respiraría luego del rayo de Zeus. Cómo, además de estar atrapado en un corral. Con crudos caballos como rayos, y el feo Morfeo.
Me llegó al hueso, como esas puntadas dentro de ti, luego de un vaso refrescante con alfileres rojos. Tan filoso como un cuchillo, me punzó el corazón, ella. La vívida, muerta y real noticia infame.
No me di cuenta, y me quedé dormido encima de mi escritorio, con la cabeza encima de mi brazo derecho.
Al otro día, claro, cuando me desperté, tenía a un débil y doloroso amigo que sostenía mi cabeza. También el brazo dormidísimo. Dije esto no puede ser, por enésima vez.
Me comuniqué con él, al instante.
Cronos se aparece en dos movimientos, pasa el caballero tiempo.
Contesta la agonía, acompañada de la tristeza, cubierta de una piel dicen rosada.
¿Con quién tengo el gusto? ¿Con el placer?
-No, con el miedo, el dueño de tu sueño.

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