viernes, 14 de octubre de 2011

He de ser hoy


Hacia altos tonos del corazón.
De color de arcilla,
fijado en las torres
de la escala mágica.
Cuando se cierra el paso a la inmensidad.
Se abrió una puerta;
Del temor hacia las tinieblas.
Fue en aquél entonces...
Permanente para el ahora.
Ahí.
Encima del calentador ausente
Está el fuego de la espuma.
Como aquél dibujo,
Ese que imaginas ahora, el mejor.
El especial,
Ese tan bello, que lo fuiste manchando
Con barro y polvo
Ese tan rupestre, que lo fuiste marchitando
Allí, encima de la edad.
En el tiempo.
Así como la lentitud.
Así es,
Es Así.
Inolvidable.
A veces se nubla,
Otras ciega tu mancha.
¿Ahora ves tú el pasado?
¿Lo tocas?
¿Por qué no lo recuerdas?
Es así
El fiel silbido del tiempo,
que corre como un falso felino,
entre los chasquidos de las olas.
Con aquellas bellas,
De monte a lo llano, de faz a paz geográfica.
Entre las conchas.
Por los hoyos de la risa
y a través de las lengas.
Esta es esa pena,
La barba de la lengua verde,
Lo efímero del término,
De la risa.
Está ella,
Allí,
La ajena,
El viento.
Detrás del edificio de la vida,
nadando con los gallos.
Con la orca de los peces.
Con el gran,
Con tus piedras
Con el pasto marcado de arrugas,
Con la danza de las rocas,
Con la dimensión de la poderosa rosa blanca.
Es la voz de la muerte; el cuero.
Es el rústico olor de la muerte; la vida muerta,
Hecha bella.
Sólo para los talladores de la lana,
Para los lectores de las piedras.
Para la mano junto a su traición,
Para el que sabroso brebaje es,
Cuando sagaz artesano de afectos sois.
Morir viviendo,
vivir muriendo entre lo bello,
Por esta brecha,
Por el patagónico coirón,
Por el viento asmático.
Y por las flechas del ser,
He de ser hoy.

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